Contado así, casi parece un chiste. Pero no, todos sabemos que tuvieron los huev*s de gastarse una pasta en la tontería:
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Un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían –decir dominaban es excesivo– casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían.
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Del artículo semanal de Arturo Pérez-Reverte, Patente de Corso.